lunes, 3 de octubre de 2011

Soledades [Carlos Pellicer (tabasqueño)]

Recuerdo el cariño con que tus manos
se entregaban a las mías.
A veces parecíamos hermanos.
Recuerdo tu mirada
y tu andar de discípula vacante.
Recuerdo tu alegría
de una tarde
porque estaba vestida como tú.
Recuerdo tu silencio
que era como una niebla
ondulada por mis palabras de amante
y mi lógica ideal de poeta.
Recuerdo tus celos que te engarzaban
en el suave relámpago de tus propias miradas.
Recuerdo tu desolación
cuando supiste
que en el horizonte de mi corazón
se destaca un tumulto triste.
Recuerdo tus ternuras recónditas
que me enloquecían.
Y la docilidad
con que pusiste
orden en mi soledad.

Y la música de tus pocas palabras,
y las noches de luna de tus ojos
hundidas hasta el fondo de los míos.
Para el crepúsculo de tus manos
están los pensamientos de la estrella
y el rigor del arcano.
Porque hay una vaga angustia en tu belleza.
Vas esculpida en la proa
de mi nave.
Tu cuerpo es de caoba
sutil y hay en tu gracia
la línea larga
de las cosas sencillas o sagradas.
Tus ojos brillan en el desierto
de mi atribulada inconformidad.
Sólo por ti estoy despierto
en esta media noche
de mi desencanto universal.